martes, 25 de marzo de 2014

Desorden emocional - Sonia Cano & Pere Ll. Matraró

Cuantas locuras emocionales se esconden en  las líneas de la mano, en los surcos trazados por un destino marcado por los astros de un tiempo  prestado con el  que nos ha tocado vivir.

Tiempo que se escurre entre nuestros dedos, con el beneplácito de nuestra desidia por abrazar el soplo de vida.

No se enredan las dudas en los bigotes de un gato,
ni quedan atrapadas en alguna telaraña camuflada en el techo del desván.
No queman las brasas las almas de hiel.

Todos los trenes tienen destino,
aunque el destino sea a ninguna parte,
la alternativa de quedarse arraigado en el andén,
es precipitar el viaje sin retorno a la estanqueidad de la nada.

Vivimos soplos de sosiego, en medio de guerras sin ganadores ni vencidos,
columpiándonos en el regocijo del abrazo cuando tenemos la suerte de encontrarlo en alguno de los caminos recorridos,
caminos abiertos al amor, a la desilusión, al dolor,
senderos que debemos andar solos,
descansando  en los recodos del mismo, en las manos tendidas al sol.

Tomamos atajos hacia el final de la vida, llena de precipicios y cuevas repletas de oscuridad, sin saber contemplar los paisajes con que nos deleita la intensidad de la misma.

Nadie quiere subirse al tren del trasiego que le ha tocado vivir,
pendientes de conseguir un billete en un viaje de otros.

Somos esclavos de un destino caprichoso
y estamos condenados al olvido.


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