incluso pongo cara de interés a
lo que dicen algunas personas, pero la verdad dista mucho de la apariencia.
Hace tiempo aprendí a andar por las sendas que te encuentras en la vida, sin miedo a tropezar,
disfrutando de la tranquilidad de andar solo,
aprendiendo a saborear las pequeñas cosas,
las que realmente importan,
las que propician el eco del latido.
Si hubiera hecho caso de los profetas a no aventurarme,
a acurrucarme en la madurez y dejar de ser niño,
a mis cincuenta y tantos, quizás no seguiría vivo
al menos de la forma que realmente me importa.
Procuro seguir fiel a mi mismo
con las ventajas e inconvenientes que me acarrea,
tal vez a veces, no sé lo que quiero
pero quiero saber lo que no se.
Y en mi andanza por esas calles empedradas
gastando suela con el rozar de la vida,
a veces sin esperar nada,
la vida me sorprende al encontrar lo inesperado.
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